jueves, 6 de marzo de 2008

El Alebrije

Sociedad abierta
ERNESTO REYES
A causa del conflicto social y el autoritarismo gubernamental, durante los meses de septiembre y octubre de 2006, la ciudad de Oaxaca se vio paralizada por más de 1.800 barricadas y constantes manifestaciones.
Fueron los días más gloriosos para el movimiento que había dado lugar al nacimiento de la APPO, integrada por organizaciones sociales y populares, cuyos integrantes expusieron su vida en la búsqueda de los cambios que requiere Oaxaca.
En esas barricadas destacaban mujeres y hombres jóvenes como David Venegas Reyes, conocido como El Alebrije quien ahora 11 meses después de su detención, está libre porque no se le pudieron comprobar nueve delitos.
El 27 de octubre de 2006, al menos cuatro personas murieron y otras muchas resultaron heridas de gravedad en los violentos enfrentamientos en las barricadas con fuerzas de la policía y grupos paramilitares sedientos de víctimas y de venganza. Este día cayó muerto, en Santa Lucía, el periodista Brad Will, entre otros.
Casi un mes después, dice el Informe de Amnistía Internacional titulado “México: Oaxaca las violaciones de derechos humanos del 16 de julio siguen esperando justicia”, el 25 de noviembre se produjeron violentos choques entre la policía estatal y federal y algunos manifestantes, que se saldaron con 149 detenciones y daños graves en edificios públicos. Muchas de las personas detenidas fueron recluidas en régimen de incomunicación y sometidas a tortura o malos tratos.
Como consecuencia de estos hechos, los gobiernos estatal y federal empezaron a detener a diversos activistas de las más diversas extracciones, entre ellos César Mateos, Marcelino Coache, Horacio y Flavio Sosa, pero también otros menos conocidos pero no menos importantes que hoy todavía sufren proceso aunque en libertad. Otros, muchos otros sufren persecución o han tenido que exiliarse a otros países, como la doctora Bertha.
Sin embargo, después de la salida de El alebrije, la noche del 5 de marzo, siguen internados en la penitenciaría de Ixcotel una veintena de presos políticos, herencia de otros movimientos como los indígenas loxicha, además de Adán Mejía López, Victor Hugo Martínez Toledo y Miguel Ángel García.
Por todos ellos, antenoche, al salir de la cárcel, David Venegas se sintió triste después de traspasar el umbral del centro de castigo, ante el júbilo combinado con la indignación de sus familiares, porque de última hora sus juzgadores, sobre todo una jueza de consigna, con sede en Tlacolula, emparentada con el poder, quisieron retenerlo más tiempo para seguirlo castigándo.
No pudieron porque jurídicamente se demostró su inocencia; es decir, no pudieron acreditarle nueve delitos: sedición, ataques a las vías generales de comunicación, delincuencia organizada, rebelión en contra del Estado, ataques peligrosos, delitos contra funcionarios públicos, en dos autos de formal prisión en diferentes momentos.
Una vez agotadas todas las posibilidades de reclasificación de los delitos, como es usual cuando hay consigna para que éstos se mantengan a la sombra más tiempo, no pudieron más que liberarlo.
Sin embargo, todavía le tenían guardado un agravio más, porque nada más para hacerle sentir la fuerza del Estado, su boleta de libertad la entregaron a David Venegas cuatro días después de la fecha legal, que era el primero de marzo.
Todavía requirió que sus familiares – su hermana, el abogado, sus compañeros de lucha, etcétera- realizaran una manifestación ante el juzgado tlacolulense para que se le considerara legalmente libre -“ por falta de pruebas”-; es decir, que después de ser sujeto de reclusión a lo largo de 11 meses, durante los cuales recibió todo tipo de humillaciones, le expresan el clásico “usted disculpe”, porque no había ningún elemento jurídico para mantenerlo en prisión.
Lo anterior, implica por supuesto, que la salida de El Alebrije no fue producto de ninguna negociación en lo oscurito con el Estado como pudo ser el caso de otros ex carcelados del mismo movimiento, sino como él mismo dice a esta columna, producto de la solidaridad y la lucha del movimiento personificado en la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, pero sobre todo de las barricaderas, ésos hombres y mujeres que en intensas jornadas diurnas, pero sobre todo nocturnas, efectuaron una labor de contención en cientos de puntos de esta ciudad capital en contra de la amenazas y agresiones escenificadas por grupos armados por el gobierno de Ulises Ruiz que la gente identificó como las “caravanas de la muerte”.
Estos activistas muchos de los cuales siguen vigentes a pesar de la intensa represión, deben estar contentos, porque comprueban con la salida de David, que ninguna lucha se da en vano; que a los pesares de quienes han sufrido cárcel, persecución y muerte, siempre hay un momento de recompensa, para recobrar los bríos y seguir pugnando como lo hacen muchos oaxaqueños porque en la entidad haya un futuro de justicia, libertad y democracia.