miércoles, 10 de diciembre de 2008

60 años

Sociedad abierta
ERNESTO REYES
Muchos activistas del ramo y líderes mundiales están de acuerdo en que la fundación, hace 60 años, del Sistema Internacional de Derechos humanos ha sido de las mejores cosas que le han pasado al planeta después del trauma de la segunda guerra mundial.
Sin embargo, seis décadas después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la ONU el 10 de diciembre de 1948, también comenzó un lamentable legado de traición a estos principios por parte de países y personas que hacen inviable que los objetivos trazados se hayan cumplido.
Irene Khan, Secretaria de la Organización para la Defensa de los Derechos Humanos de Amnistía Internacional constató en su pasada visita por Oaxaca la falta de sensibilidad del gobierno de Ulises Ruiz para atender este tema cuando se presentó con él para abogar por los derechos conculcados a decenas de oaxaqueños lastimados durante el conflicto del 2006 y sucesos posteriores.
Así como ella fue víctima de una conducta burlona por quienes se creen dueños de la vida y dignidad de los oaxaqueños, en el recuento que se hace ahora del cumplimiento de estos derechos y deberes en el mundo, caemos en cuenta que también por muchos lares hay dictadores a quienes muy poco importa la vida de sus semejantes.
Lo vemos los oaxaqueños en el caso de Santo Domingo Ixcatlán, donde a pesar de las alertas enviadas por organismos defensores de derechos humanos, ningún funcionario de alto nivel ha acudido personalmente ( a 300 kilómetros de distancia) a constatar la veracidad de las denuncias que antes que investigadas son descalificadas como falsas o montajes periodísticos.
Nadie se interesa – más que algunos periodistas comprometidos con su función- por lo que sienten los ixcatecos ante la eventualidad de morir bajo el gatillo que activan poderosos intereses intercomunitarios y externos con el fin de que no se resuelva el conflicto que sostienen con Chalcatongo de Hidalgo, tierra por coincidencia, de un hombre de enorme poder a quien en sus años juveniles le apodaban “El chalca”.
Muchos de estos funcionarios que hoy celebran la efeméride donde se destaca el esfuerzo de una mujer – Eleanor Roosevelt- por elaborar y proclamar los 30 artículos de la Declaración Universal, seguirán ignorando los alcances que estos principios que tienen como objetivo garantizar una mejor convivencia entre los seres humanos en cualquier lugar del mundo.
Sería muy largo exponer algunas cifras sobre la subalimentación, la falta de nutrición, agua, salud, educación, tráfico de personas, explotación laboral ( incluso infantil), casos de tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes , asesinatos, ejecuciones, condenas a muerte, encarcelamientos y sujetos a juicio sin las debidas garantías procesales que existen en el mundo; al igual de quienes se encuentran sin trabajo, en inseguridad jurídica o en condiciones de ocupación o expulsión de sus propios países.
Como consecuencia de las desigualdades sociales y la discriminación por razón de sexo y color, hay miles, hay millones de personas abusadas por otros, incluyendo autoridades y poderes llamados fácticos, pero también pueden contarse a quienes desarrollan su trabajo en condiciones forzosas, bajo amenaza o coacción, o que habitan en situación de hambre alarmante. Hay una parte que le toca a los periodistas pero no es momento para destacarlo.
Sin embargo, el sufrimiento de millones de seres es la prueba fehaciente de que la crisis de derechos humanos que vivimos seguirá presente en la medida en que más allá de convenciones internacionales, de protocolos y pactos firmados por las naciones, entre todos se vaya haciendo conciencia de la tarea que nos corresponde - aunque a algunos más que otros- porque en cualquier resquicio de la sociedad los derechos humanos sean respetados.
Siguen siendo estos derechos el mejor marco para enfrentar la convivencia humana y mantener -como dice Mary Robinson- un estándar común de éxito que debiera llevarse a la práctica de diversas formas en los distintos países. Y para que los movimientos mundiales a favor de los derechos humanos y la justicia, sigan siendo la esperanza para que como propósito, algún día vivamos en un mundo mejor, un sueño que en estos 60 años no debe ser motivo para la desesperanza, sino para la afirmación de que esto es, aunque largamente, posible.
Contactos: Ernesto_reyes_647@hotmail.com
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