jueves, 2 de octubre de 2008

1968 y 2006

Sociedad abierta

ERNESTO REYES
Este jueves por la tarde, el magisterio oaxaqueño encabezará en esta capital una marcha conmemorativa por el 40 aniversario de la matanza estudiantil de 1968, acto al que se sumarán expresiones juveniles, de barrios y colonias, así como organizaciones sociales que siguen vivas y actuantes.
Las consignas clásicas del “2 de octubre no se olvida” y “castigo a los responsables”, serán coreadas nuevamente, en una manifestación que al igual no olvida los saldos de la represión del movimiento social oaxaqueño, y que por lo consiguiente, también demanda respuestas y sanción a los criminales. Reparación del daño y freno a la impunidad, madre de los abusos policiales y excesos gubernamentales, es lo menos que piden.
Marcharán quizás, muchos jóvenes que no habían nacido cuando sucedió el movimiento estudiantil que fue aplastado a sangre y fuego por la fuerza represiva del Estado, y también muchos adultos que algo debieron enterarse de las demandas de los jóvenes y maestros de hace cuatro décadas.
Caracterizado como un parteaguas histórico, con lo que culmina el llamado periodo de desarrollo estabilizador propio de un régimen unívoco que buscaba uniformar de sus prácticas e ideología a todo el conglomerado social, el movimiento arrojó grandes enseñanzas a la sociedad mexicana aunque en lo inmediato muchos de sus protagonistas vivieron el derrotismo expresado en la cárcel, persecución y el dolor por los muertos – desconocidos muchos – que cayeron en la Plaza de las Tres culturas de Tlatelolco.
Muchos sectores de la sociedad que entonces no comprendieron las razones de la lucha de jóvenes y maestros universitarios y politécnicos – particularmente los medios de comunicación - reconocerían años después el simiente que dejó una lucha que no reclamaba nada del otro mundo: la demanda más socorrida era la anulación del delito de disolución social porque criminalizaba la protesta.
Sn embargo el régimen de Gustavo Díaz Ordaz pretendió dar una fuerte lección a todo aquél que utilizara cualquier forma de protesta o disidencia social con la arremetida militar y el encarcelamiento de los dirigentes más connotados.
En una entrevista en Radio Plantón me preguntaban ayer si había un punto de comparación entre el 68 mexicano con Oaxaca 2006 y les decía que aunque las proporciones son enormes, en sus efectos, puede haber algún parangón, porque en ambos movimientos se utilizó a la fuerza pública, antes que el diálogo, para acallar las manifestaciones y como respuesta a las demandas.
Las grandes marchas del 68 pudieron rebasar las 100 mil personas; en Oaxaca, en los momentos más álgidos, se conocieron concentraciones superiores. En el Distrito Federal y en algunos estados del país, hace 40 años hubo muertos, heridos y desaparecidos, resultando incontables las víctimas, y por lo mismo muchas de ellas murieron sin reconocimiento en lo personal.
En Oaxaca, como en Tlatelolco, también se utilizó a un helicóptero como insignia del ataque, para cumplir una orden del Ejecutivo que nadie hasta la fecha quiere acreditarse. Si bien hubo muertos – más de 23 o 26 según quien haga el recuento- todos ellos tienen nombre y apellido y hasta la fecha la gente, sus compañeros, sus familiares, no se cansan de pedir justicia. Y aunque hubo multitud de presos y perseguidos, la fuerza del movimiento oaxaqueño no solamente los sacó de la cárcel, al cabo de dos años, sino que no se ha roto la cohesión social que generaron las protestas.
La reciente elección de una dirigencia combativa en el magisterio, en el marco de un proceso democrático y de unidad, estableciendo muy claras las distancias con los gobiernos estatal y federal, es no sólo producto de la necesidad de mantener la independencia gremial, sino del deseo colectivo de no permitir la injerencia oficial, y esto es un triunfo también del movimiento popular.
En el 68 no cayó Díaz Ordaz, como en las marchas se demandaba; en Oaxaca tampoco salió Ulises. Pero poco después en 1971, tras la matanza del Jueves de Corpus, fue despedido el Jefe del Departamento del Distrito Federal. En Oaxaca URO quedó firme, pero su régimen desfondado y navega en un manto de corrupción y sin credibilidad. El triunfo del 68 fue cultural, que tuvo efectos en la democratización del país; como se espera suceda con el movimiento oaxaqueño. Por ello no deben olvidarse sus enseñanzas.
Contactos: Ernesto_reyes_647@hotmail.com
Sociedadabiertareyes.blogspot.com/