viernes, 12 de diciembre de 2008

Impotencia

Sociedad abierta
ERNESTO REYES
He sentido muy de cerca las lágrimas de impotencia, rabia y dolor de Maria Livia Martínez Moreno, al terminar una sesión de prensa para insistir en la inocencia de su hermano Juan Manuel, acusado injusta y perversamente del crimen del periodista estadounidense Brad Will.
Es el 10 de diciembre, día de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y la conmemoración nos toma a un grupo de periodistas y activistas de derechos humanos frente al templo de Santo Domingo con muy malas noticias en cuanto al respeto de estos principios en el mundo, en México, pero sobre todo en Oaxaca.
Hay un agrio sabor al ver documentos del Consorcio para el Diálogo Parlamentario y Equidad Oaxaca, donde hablan de la violencia contra la mujer, y ponen su acento en la situación de la mujer indígena. Anuncian una campaña contra la discriminación y violencia hacia las mujeres y niñas, donde a todos nos toca un cachito de responsabilidad porque hemos alimentado una sociedad machista, desigual, injusta.
Egresada de la carrera de Derecho, María Livia se siente triste -bajo las sombras de la bugambilia del IAGO- porque la justicia opera al contrario de lo que aprendió en las aulas; aún con todo ello, debe saber que la lucha por la libertad y la justicia es cuesta arriba siempre en un sistema que protege los abusos y castiga la honestidad.
Es el caso de Juan Manuel Martínez Moreno y de tantos otros que en la geografía oaxaqueña pasaron este 60 aniversario enclaustrados entre muros de oprobio como si fueran los peores criminales, mientras los poderosos ríen, y sus lacayos y mozos juran y perjuran que en Oaxaca hay Estado de Derecho, libertad, gobernabilidad, y que se avanza en la aplicación de la justicia. Que “Oaxaca está mejor que nunca”.
Igual he visto la transformación sufrida por la esposa de Juan Manuel, Liliana Ivette Tejada Romero, una ama de casa común, con las dificultades de estar pobre - porque ¿quién no lo está en Oaxaca?-, convertida en la principal promotora de la libertad de su esposo, para que un día - cercano o lejano, no sabemos aún -, por fin regrese a ser el sostén principal del hogar de donde policías lo arrancaron alevosamente, el pasado 16 de octubre.
Aunque sus defensores – y defensoras, porque cada vez más mujeres dominan el arte del derecho – están ciertos de que se comete una gran injusticia, no hay más que seguir aportando pruebas ante tribunales y atender con trabajo psicológico a la familia de las víctimas que siempre resultan las más perjudicadas cuando se violan garantías. Y también trabajo político, porque sin movilizaciones se reduce el margen de maniobra para abogar porque estén de nuevo en las calles.
Las acusaciones contra Martínez Moreno se basan en testigos falsos, sin evidencias, sin arma, sólo con dichos, por lo que hay esperanza de que este día 15, durante la audiencia constitucional, la jueza de distrito le conceda el beneficio de amparo. Si no, porque aún con las evidencias de su inocencia, prevalece la consigna política, hay que seguir luchando, acompañándolo.
Hay confianza en el acompañamiento que le brindan los profesionales del Comité 25 de noviembre, fundado por litigantes, psicólogos (as) y comunicólogos (as), pero sobre todo defensores de derechos humanos, como los de la Limeddh, Barca, Flor y Canto, Educa, etcétera, que en esta fecha igual actualizaron sus alertas para seguir denunciando la perversión de un sistema de justicia corrompido, que tiene libres y en la calle a criminales, actuando a sus anchas, y a inocentes en las cárceles.
Es bueno saber, sin embargo, que hay una denuncia penal presentada por 30 ex presos políticos detenidos el 25 de noviembre del 2006 – respaldados por 280 firmas y organizaciones de 17 países- que exigen una investigación apegada a derecho, castigo a los responsables de graves violaciones a los derechos fundamentales de los oaxaqueños entre los que destacan delitos de tortura, tratos crueles, abuso sexual, privación ilegal de la libertad, etcétera, como resultado de una política represiva en contra de los movimientos sociales.
Es decir, por la justicia, nadie descansa; no hay que hacerlo, aunque la impotencia sea grande como la que sufre en estos momentos la familia de Juan Manuel, un claro ejemplo de que en Oaxaca no se respetan los derechos humanos.
Contactos: Ernesto_reyes_647@hotmail.com
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