sábado, 31 de mayo de 2008

Agravios impunes

Sociedad abierta
ERNESTO REYES
Tiene razón uno de los responsables del programa de Agravio a Periodistas y Defensores Civiles de la CNDH, José Juan Alonso Ramírez: en la medida en que los agravios y atentados contra la prensa no se investiguen y no se castigue a los responsables, éstos seguirán ocurriendo.
Según recuento del Ombudsman nacional, del 2000 a la fecha ellos han contabilizado 39 asesinatos y 7 desapariciones en el gremio periodístico. También, de 1991 al 2006 integraron 640 expedientes, más 84 y 29 quejas documentadas en los años 2007 y lo que va del actual, respectivamente.
Esta preocupante numeralia habla del grado de impunidad que prevalece en torno a los asesinatos y agravios de que son víctima los comunicadores.
La información publicada aquí mismo por Pedro Matías destaca los casos más graves en Oaxaca, entre ellos el ataque sufrido por esta editorial en el año 2005, pero también los asesinatos de Brad Will, Raúl Marcial Pérez, tres voceadores de El Imparcial del Istmo y las dos locutoras triquis asesinadas en abril pasado.
Tan sólo de 2006 a la fecha, en la Comisión Estatal de Derechos Humanos se han integrado 10 expedientes. De todos ellos, es común concluir, que no tendrán efectos jurídicos como sucede con los demás casos en todo el país, en los cuales prevalece la impunidad.
La impunidad, anima a las fuerzas oscuras y los poderes fácticos que los realizan, a cometer más atentados, porque saben conscientemente que ninguna autoridad dará con ellos. Esto pone en un alto grado de vulnerabilidad a quienes ejercemos esta profesión y redobla los riesgos.
Este sentimiento de preocupación por el presente y el futuro de los periodistas en México invadió gran parte del país con motivo de la conmemoración, este viernes, del 24 aniversario luctuoso del periodista Manuel Buendía Téllezgirón.
Por la frecuencia de Radio Universidad de Oaxaca – que por cierto está teniendo un repunte importante por la restructuración de su carta de tiempo- me permití invitar a los compañeros para que acudieran a rendirle un sencillo pero sentido homenaje al periodista michoacano ante la estatua de Francisco Zarco, prócer de la pluma en el siglo XIX.
Gracias también a las invitaciones que giró el compañero Víctor Zárate de la Asociación de Periodistas de Oaxaca, logramos reunirnos algunos comunicadores, y sin más preámbulo, cumplimos este compromiso, donde refrendamos la necesidad de seguir luchando por la reivindicación de nuestros derechos, honrando la memoria de todos aquellos que han sido víctimas de la intolerancia.
En el fragor del tráfico por los bloqueos, y mientras enfrente unos policías preventivos estatales con arma en mano detenían al conductor de un mototaxi, reiteramos nuestro deseo de seguir unificándonos porque si no es así podemos ser presa fácil de venganzas de todos aquellos a los que el periodismo crítico molesta.
En la ciudad de México, en sendos actos donde se congregaron comunicadores y representantes de asociaciones de la prensa mexicana, los días 29 y 30, sirvieron para reclamar respeto a la actividad periodística y el cese a las agresiones.
Ante las oficinas de la PGR y ante el monumento a Francisco Zarco, ubicado a la salida del Metro Hidalgo, se reflexionó acerca de los temas que más preocupan en torno a la libertad de expresión, concluyéndose que los sexenios de Vicente Fox y el de Felipe Calderón han sido de los más omisos en torno a la protección del ejercicio periodístico.
Si las fuerzas del Estado no pueden controlar la violencia que ejerce el crimen organizado, menos podrán ocuparse de agresiones muy focalizadas, procedentes de las mismas fuerzas que combaten.
Sin embargo, la responsabilidad sigue siendo muy grande para quienes en la capital del país o en el interior de la República Mexicana ejercemos esta labor para diseñar estrategias y medidas que impidan que estos hechos se reproduzcan aquí, porque además del temor que provocan, sus efectos se endosan a la sociedad que necesita de profesionales de la información libres de cualquier acechanza.
Lo peor que le puede suceder a un periodista – como ya sucede en el norte del país o en medios donde temas delicados se firman “ por la redacción”, a aparecen sin crédito- es que toda esta cadena de atentados y agravios termine en la derrota de la información que significa la autocensura.
Dicen que pierde un periodista cuando se convierte en noticia- cuando lo asesinan o lo agreden- pero más se pierde cuando él mismo, ante las amenazas o el temor se calla para decirle a la sociedad lo que sucede en su entorno. La autocensura es la lápida que cae pesadamente sobre cualquier informador.
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