lunes, 10 de noviembre de 2008

“Razones de Estado”

Sociedad abierta

ERNESTO REYES
La desigualdad económica y social que vivimos en México se refleja en el hecho que frente a los Funerales de Estado tributados a los miembros del gabinete fallecidos en sospechoso percance aéreo- lista encabezada por Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación - en modestas funerarias se velaban también los restos mortales de las otras cinco víctimas que fallecieron en tierra.
Para ellos no hubo las palabras de reconocimiento y admiración pronunciadas por Felipe Calderón ante todo el gabinete, los tres poderes, el Ejército y la burocracia política.
En la revista Proceso de esta semana, como corresponde a un periodismo crítico e inteligente, se toca un flanco interesante sobre dicho accidente, destacando la hipótesis de que el desplome del avión pudiera ser consecuencia de un sabotaje. Recuérdese que viajaba José Luis Santiago Vasconcelos, funcionario de primer orden en la lucha contra el narco.
¿ De quién o de quiénes? ¿ O contra quién o quiénes? Esta incógnita jamás podría ser revelada ya que aunque las indagatorias conduzcan hacia estas sospechas, por “razones de Estado”, la muerte de 9 servidores públicos y de 5 ciudadanos pudiera quedar, como en otros hechos prominentes, en un caso cerrado. Si mucho, aceptarán errores técnicos, incluso humanos, pero jamás reconocerán que alguien atentó contra la vida de estas personas.
La falta de atención a víctimas que nunca en su vida hubieran imaginado que les iba a caer un avión encima, se refleja en la actitud discriminatoria otorgada a sus deudos a pesar de las menciones oratorias: como eran personas de a pie, no fueron incluidas en las pompas fúnebres.
Pero igual y no las necesitaban; en lo que la opinión pública está pendiente es que se les brinde toda la ayuda médica necesaria y que se les indemnice conforme a la ley, ya que ellos no asumieron el riesgo de subirse a un avión, sino que fueron víctimas circunstanciales.
La discriminación existente en México se revela en otros casos.
Por ejemplo, ante el secuestro del joven Fernando Martí, y su posterior muerte, hubo un gran despliegue informativo y resonancia en poderosos medios de comunicación. Como la víctima pertenecía a un círculo de personajes muy elevados a nivel económico, mucha gente se solidarizó y mostró su enojo, incluso con una megamarcha para exigir compromisos contundentes en la materia. Pero de muchos otros secuestrados que se suceden a lo largo y ancho del país, pocos ponen su atención.
Ahora, en este caso, poderosas razones tratan de disolver las dudas, a pesar de que la sociedad espera conclusiones veraces. Si como en materia de aeropuertos está comprobada la existencia de poderosos cárteles que incluso eliminaron a un alto mando de la SSP, todo es posible, incluso que hayan atentado contra la vida de Santiago Vasconcelos, sin importarles que con él viajara Mouriño.
Que haya sido una monstruosa reacción a la detención de importantes capos e incluso por el arresto de ex miembros de la SIEDO en cargos estratégicos en la lucha contra la delincuencia organizada, lo prefigura la angustia del propio Calderón y sus llamados a unificar a la clase política y a todos los sectores, porque sabe que esta es una lucha sin cuartel, donde pueden sobrevenir reacciones de toda índole. Darle a la sociedad seguridad de que no fue el narco, ni nada por el estilo, sino un lamentable accidente, es una cuestión urgente.
La desigualdad en el trato se aprecia en recurrentes accidentes carreteros donde decenas de personas han perdido la vida. Por ejemplo, en la muerte de 18 y 5 más que resultaron heridas en inmediaciones del Municipio de Santa Lucía Miahuatlán, el viernes pasado. Como son pobres, salvo las condolencias oficiales, muy pocos perciben que el mal estado de caminos, la falta de transporte adecuado y control de conductores irresponsables, son el origen de las tragedias.
Sorprende que algunos funcionarios se asombren del por qué viajaban tantos y en estas condiciones para realizar algunas compras, arriesgando incluso su vida. Pero así se vive en las comunidades, donde políticos y funcionarios sólo llegan en campaña. Pero muy poca atención les merecen para mejorar sus condiciones de existencia.
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