martes, 7 de octubre de 2008

“Disturbio en ceremonia”

Sociedad abierta

ERNESTO REYES
La revista Día Siete publicó el domingo un sondeo entre sus lectores para que estos definieran en este ejercicio quién de los mexicanos de la política o los espectáculos era uno de los más odiados o los más queridos.
Por supuesto que por tercera ocasión aparecen casi empatados en los primeros lugares Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa.
Sin embargo, en opinión positiva, AMLO le gana a Calderón, seguido del cantante Luis Miguel; aunque entre los más odiados Calderón figura como segundo lugar.
Este detalle como otros hechos que suceden en el país, reflejan que todavía no se ha apagado el clima de polarización que dejó el proceso electoral del 2006, donde a AMLO se le robó la Presidencia de la República.
Pues bien, este fin de semana hubo un hecho que rebasa lo anecdótico, porque en una ceremonia celebrada en Palacio Nacional fueron arrestados y acosados dos jóvenes por miembros del Estado Mayor Presidencial, por un supuesto delito del que nos acabamos de enterar: “disturbio en ceremonia solemne”.
Paradójicamente, un día después que se conmemorara la matanza del 2 de octubre, donde los estudiantes lucharon porque se anulara el delito de “disolución social”, Calderón en una decisión que denota su talante por lo menos intolerante, aplicó el reglamento del EMP a los dos inconformes por el hecho de expresar su desacuerdo con el discurso que en ese momento pronunciaba.
Los afectados fueron dos de ellos que estaban en la ceremonia donde se entregaron los galardones por el Premio Nacional de la Juventud 2007.
Primero, con todas sus letras y el valor que solo un muchacho puede tener, Andrés Gómez Emilson le gritó espurio al titular del Poder Ejecutivo, cosa que contrarió a Calderón quien en lugar de ofrecer respeto al punto de vista del inconforme, reaccionó contrario a como lo hubiera hecho un hombre de Estado.
Incluso Vicente Fox, cuando un joven oaxaqueño lo enfrentó a su llegada a Cuilapam de Guerrero, llamándolo “traidor a la democracia”, expresó su molestia pero ordenó que no le hicieran nada al universitario.
Cuando Calderón hablaba del caso de la oaxaqueña Eufrosina Cruz Mendoza- quien es constantemente elogiada por el panismo con tal de hacerla su diputada plurinominal - Andrés pensó que debía hacerlo así, como declaró después a los medios.
Sin embargo, detrás suyo estaban los elementos del EMP quienes esperaron el tiempo prudente para bajarlo del estrado y conducirlo a una habitación del palacio nacional donde ya estaba otro estudiante, Marco Virgilio Jiménez – tesista de la licenciatura en historia por la UNAM- quien en el mismo acto había cuestionado también al presidente de que en México no había libertad.
Becado a Noruega por sus altos conocimientos en matemáticas, el estudiante del CCH Sur de la UNAM, se encontró de pronto con Marco Virgilio y se contaron mutuamente lo que había sucedido sin que hubiera concertación previa de estos hechos. Uno de ellos refirió que mientras lo sometían, los militares le contestaron al preguntarle de qué lo acusarían: “Pregúntale a tu pinche conciencia”.
Del hecho, la presidencia aceptó que el Estado Mayor Presidencial habían puesto a disposición de las autoridades competentes a los dos jóvenes “por la probable realización de conductas que son sancionadas penal o administrativamente por la legislación vigente…”
Sin embargo, seguramente calculando los efectos que la consignación hubiera significado en el marco del aniversario del 2 de octubre, la presidencia dijo que no formularía cargo alguno contra los jóvenes.
Pero el daño ya estaba hecho, porque la institución del Ejército que cuida la seguridad del titular del Ejecutivo había ejercido acciones policiales ordenada, o por lo menos tolerada por la presidencia de la República.
El mensaje que se le quiso dejar no sólo a los protagonistas, sino a todos los mexicanos, es que esto le puede pasar a todo aquél hombre o mujer que pretenda “subvertir” el orden, o trasgreda alguna ceremonia, calificando de distinta manera a quien sabe que no ganó la presidencia, y esta actuación es la mejor revelación de prueba.
Pero lo más grave es que aunque Calderón hubiera querido afirmar en el discurso que en México se tienen mayores libertades que en el 68, criminalizó con este actuar de nuevo a los jóvenes, otorgando razón a quienes protestaron. Nada más falta ahora que decrete la eliminación del diccionario de las palabras espurio o “pelele”.
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