viernes, 3 de octubre de 2008

El 68 en el recuerdo

Sociedad abierta

El 68 en el trópico tuxtepecano, lo pasé concluyendo la primaria en la escuela “Benito Juárez”, del barrio conocido como La Piragua, cuando esta ciudad de la Cuenca estaba en trance de la modernización impulsada por el gobernador Víctor Bravo Ahuja. Había solo tres escuelas grandes: la “Francisco Madero”, para quienes tenían mejores posibilidades económicas; la “Roberto Colorado”, donde iban los hijos de los campesinos y la de la Piragua donde estudiaban en su mayoría hijos de obreros que laboraban en la fábrica de papel o en el ingenio López Mateos. Ah, y una escuela de niñas, el Colegio Tuxtepec, de inspiración católica, por supuesto.
Pueblo beisbolero como todos los de la región pegada con Veracruz, a las escuelas tuxtepecanas había llegado de pronto la fiebre del futbol con la influencia de las Olimpiadas, cuya inminente inauguración se difundía profusamente por la radio y la televisión abierta que en ese entonces ya llegaba por esos lares.
Los maestros organizaron equipos con las banderas de los países de América, y tuvimos un verano identificados con Argentina, Colombia, Perú, etcétera, mientras nuestra atención se centraba en los Juegos Olímpicos. Lejos estábamos de reparar que por esos días, en otra parte del país, particularmente en la ciudad de México, se tejían historias de protestas juveniles como en varios países del orbe.
Desinformados, porque no conocíamos los periódicos, y en los medios electrónicos no pasaba nada que no fueran las radionovelas de la época, nunca nos percatamos de que a partir de esos tiempos se iba a hablar de masacres, represiones policiacas, noches negras en Tlatelolco: recuerdos dolorosos que iban a afectar a una generación que pugnaba por desatarse las amarras de una sociedad patriarcal y autoritaria.
En octubre ya estaba matriculado en la Escuela Técnica número 41, antes de trasladarnos a la ciudad de Oaxaca, en la primavera del 69. Al plantel nos llevaron a conocer al sargento Pedraza, quien había ganado una medalla en marathón. Pero de nada más nos enteramos.
Por esos días, una de mis hermanas, Ana María, había dado a luz en el puerto de Veracruz, precisamente el 12 de octubre, cuando se inauguraron las Olimpiadas, a una niña que hoy es una madre de familia que cumplirá también 40 años, laborando en el DIF municipal porteño.
En recuerdo de la gesta deportiva, la bautizaron como Olimpia, como se le llamó al Batallón que operó la tarde de ése 2 de octubre para detener a los líderes estudiantiles en las inmediaciones del edificio Chihuahua, en el marco del ataque militar, ordenado por Díaz Ordaz pero operado por Luis Echeverría.
Cuando el helicóptero lanzó las bengalas, sobre la Plaza de las Tres Culturas, uno de los testigos periodísticos, Oriana Fallaci exclamó horrorizada que iba a comenzar un ataque, pues su experiencia en las guerras así lo indicaban.
Otro periodista le contestó molesto y burlón: “Espérate: México no es Vietnam…”, reflejando la convicción que instantes después se desmoronaría cuando avistaron los tanques y empezó la metralla, de que en un país “democrático” como el nuestro no podía pasar eso.
Que aunque habían existido arrestos y ataques contra planteles y estudiantes, que ya habían provocado masivas marchas encabezadas incluso por el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, el gobierno no se iba a arriesgar al desprestigio que significaba un acto represivo en plenas olimpiadas.
Aquél 68 en Tuxtepec, prevalecía la calma que identificaba la prosperidad que anunciaba el arribo al gobierno de Oaxaca de don Victor, quien sería luego titular de Educación Pública, a quien fuimos a recibir con nuestros uniformes, cuando arribó en gira como candidato a dicho cargo.
Sin embargo, aunque pequeños, ya habíamos conocido los estragos de la huelga de cañeros que paralizó la economía de la región y algunos paros en la papelera por cuestiones salariales. Pero nada más.
En el 69, casi a la par del temporal que azotó la entidad, nos trasladamos a vivir a la capital del estado, una ciudad diferente con un nivel de vida menos caro que el de una zona fabril. Acá asumiríamos años después, con las protestas universitarias y populares de los años 70, los efectos del 68 que para bien cambiaron nuestra existencia, además del rostro del estado.
Contactos: Ernesto_reyes_647@hotmail.com
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