martes, 30 de septiembre de 2008

Con Monsiváis

Sociedad abierta

ERNESTO REYES
¿Cuál puede ser el interés que motiva al escritor Carlos Monsiváis a mencionar en una charla informal a personajes como Jesús, Chú, Rasgado, José Vasconcelos, Andrés Henestrosa y al maestro Francisco Toledo? Obvio: su interés, como todo cronista de la vida social mexicana, en conocer más acerca de estos creadores, cada uno en su dimensión, a quienes los une un lazo indisoluble con su patria chica: Oaxaca.
Con su fina, pero a veces mordaz ironía, Monsiváis nos dio una cátedra de lo que los envuelve y los hace de carne y hueso. Los pocos que participamos por casualidad de una plática cafetera, junto al Teatro Macedonio Alcalá, al término de la primera edición del Coloquio Oaxaca 2008, así lo tomamos. Nada en Monsiváis es coincidencia, ni casualidad; es con todo propósito.
Fue el sábado 27, y sumado con Victor Raúl Martínez Vásquez a la plática, en lugar de la entrevista que todo reportero ansía, me conformé con participar de vez en vez con algún dato, de lo poco que uno sabe sobre los personajes mencionados.
La visita a Oaxaca motiva variadas aproximaciones, además de la fascinación confesada del autor por respirar un ambiente diferente, que ése día precisamente se llenaba de bullicio en sus calles por la marcha triunfal del magisterio.
De pronto, la plática llegó a la interpretación siempre sorprendente de Lila Downs que -contó Monsiváis-, hizo un dueto con Chavela Vargas que no se ha plasmado en un disco, como el que la oaxaqueña recientemente presentó en Madrid y en ciudad de México.
Sobre Vasconcelos, a quien Carlos asegura conoció en 1955 mientras estudiaba en Ciudad Universitaria, ya en sus últimos años, se contó la anécdota de que incluso anunciaba una marca de cognac, en la naciente televisión mexicana. Trajo el recuerdo de un debate sostenido entre Andrés Henestrosa con Alejandro Junco, con Vasconcelos como moderador. Junco, abogado y gachupín redomado, era tío de los Junco de la Vega, dueños del periódico Reforma.
En la imagen difundida por TV Unam, y recientemente cuando la muerte del nativo de Ixhuatán, por Canal 22, se muestra a un Henestrosa presumiendo de su sangre india, casi casi como diciendo: el único indígena soy yo.
Este discurso, refirió Monsiváis, nunca varió en el oaxaqueño, quien creyendo que sus auditorios eran sordos, alzaba la voz con una genuflexión propia del autor de “Los hombres que dispersó la panza- digo- la danza”.
Henestrosa recopiló canciones populares del Istmo de Tehuantepec y muchas de ellas las acreditó como suyas; sin embargo es muy reconocida la letra de “La Martiniana, dedicada a su madre, Martina Henestrosa.
Ah, y nos acordamos del apodo que le puso Macario Matus, tildándolo de cartero; porque cada obra suya así se titulaba: “Carta a mi madre”; “Carta a Cibeles”, etcétera. Otro contó la anécdota, muy a la istmeña, de que su señora madre le decía al joven Andrés: “Ya no me mandes cartas hijo; mejor mándame cheque…”
No obstante, se reconoce el aporte de Henestrosa obsequiando a Oaxaca su biblioteca, vía don Alfredo Harp, que actualmente alberga la Casa de la Ciudad, especializada en literatura del siglo XIX.
También, vale decirlo, el discurso indigenista, le valió a don Andrés ser varias veces legislador, recuerdan unos, hasta bailando la Sandunga, en plena Vela de Tehuantepec, ante la presencia del candidato presidencial Luis Echeverría.
La falta de difusión de las canciones de Chú Rasgado, también fue tema de la charla, donde recordamos sus títulos más conocidos, y la evidencia de que muchas de las bandas de la región mixe se beneficiaron del genio creador del compositor nativo del istmo.
No sólo Naela es canción bien respetada y muy cantada: sino ahí está Emperatriz, El penúltimo beso; Silencio y olvido, etcétera.
De Toledo, sólo recordó Monsiváis la discusión que tuvieron allá en Juchitán, por los años setenta u ochenta, con Víctor de la Cruz, sobre la pureza del zapoteco y la traducción verdadera y el significado de Guchachi Reza, que fue el nombre de la revista que editó la Casa de la Cultura.
En poco menos de media hora hubo mucho más anécdotas que cafés; luego Monsiváis se perdió, en el buen sentido, con su acompañante hacia el zócalo. Me prometí contárselos.
Contactos: Ernesto_reyes_647@hotmail.com
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