martes, 8 de julio de 2008

20 años después

Sociedad abierta
ERNESTO REYES
El 6 de julio de 1988, estudiante ya de la licenciatura en Ciencia Política en la entrañable UAM Iztapalapa, pero colaborador todavía de la revista Proceso, fui comisionado a cubrir el proceso electoral en la región del Istmo de Tehuantepec, particularmente en el municipio de Juchitán de Zaragoza que en ese entonces tenía fama de ser de las poquísimas localidades de población con tendencia de izquierda.
Actuaba ahí, con gran poder, la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo, organización que por las ambiciones de sus líderes más la corrupción prohijada por los diferentes gobiernos, ha venido a menos.
Sin embargo, hace dos décadas, Juchitán era prácticamente un símbolo de la disidencia del sistema. No había sin embargo, un gran trabajo electoral sistematizado para defender un triunfo que se sentía en el ambiente, mismo que, se pensaba, llevaría al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la República.
En esta zona y en varias regiones de la entidad como la mixteca, particularmente por el recuerdo de su padre y benefactor de la región, el general Lázaro Cárdenas, había simpatía por la propuesta del Frente Democrático Nacional.
Sorprendentemente en Juchitán, postulado por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana hasta se había convertido al cardenismo el famoso “Rojo” Altamirano Robles que tantos dolores de cabeza, actuando como priista incendiario, le había dado a la COCEI que en ese entonces pactaba alianzas con el Partido Mexicano Socialista para postular también candidatos a puestos de elección popular.
Si desde “El Rojo”, priista irredento, al igual que Israel de la Cruz, ex candidato perdedor en el municipio contra Leopoldo de Gyves, y Raúl Enríquez Palomec, ex diputado priista de la LII Legislatura estaban sumados a la propuesta cardenista, nada más en esta zona, podría entenderse la gran simpatía y arrastre que generaba esta campaña en otras partes del estado entre hombres y mujeres que desaprobaban la candidatura de Carlos Salinas de Gortari, tecnócrata formado en el extranjero, quien encabezó el arribo de otra generación en el poder . Generación con una visión más larga, ambiciosa y planificadora para apoderarse del Estado, al menos en un cuarto de siglo. Ya van 20 años, y en esta corriente se inscriben, aunque no lo quieran reconocer, no sólo Ernesto Zedillo, sino Vicente Fox y Felipe Calderón. Son los mismos intereses estratégicos, la misma política económica y la dependencia con los poderes fácticos y del gobierno estadounidense lo que los une en un gran hilo conductor que son el PAN y el PRI en alianzas temporales.
Pero en este entonces, el proyecto de instalar a un hombre formado en la ideología de la Revolución Mexicana, disidente del tricolor a través de la Corriente Democrática, unificaba muchas voluntades que le apostaban al cambio de régimen y de políticas públicas para favorecer a los sectores más desprotegidos de la población.
A la campaña de Cárdenas se había sumado contra todos los pronósticos, el ingeniero Heberto Castillo, dirigente histórico de la izquierda, desde 1968 cuando defendió a los estudiantes y sufrió dos años de cárcel.
Recuerdo también el mitin multitudinario escenificado en la explanada de rectoría de la UNAM a la que asistimos varios estudiantes de la Autónoma Metropolitana para apoyar a Cárdenas, quien en la apoteosis, salió casi en vilo, sellando una alianza con la juventud.
El ambiente de estar muy cerca de alcanzar el poder por la vía pacífica se sentía en Juchitán, presente también el que esto redacta, en uno de los últimos mítines de la campaña de Cuauhtémoc, antes del gran cierre realizado en el zócalo de la ciudad de México, en los primeros días de julio.
Durante la elección, en el Istmo, se conocieron los clásicos intentos del PRI por agenciarse votos, con las trampas de siempre, pero era tanta la afluencia que en los hechos fueron rebasados, aunque la “caída” del sistema la noche del domingo 6 de julio, trajo consigo el desencanto y el dolor, porque de pronto aparecieron muchos menos votos de los que había obtenido la oposición para darle el cuestionado triunfo al primer presidente ilegítimo de la historia de México. A Cárdenas desde entonces se le empezó a denominar triunfador moral de las elecciones, reconocimiento que lamentablemente ahora él mismo regatea para Andrés Manuel López Obrador.
Compartí el trabajo periodístico en aquella fecha histórica, con Adriana Luna Parra, amiga de Carlos Payán, simpatizante de la candidatura de Cárdenas, quien la envió a cubrir los comicios por parte de La Jornada; con ella, al igual que con Ana Luisa Anza, fotógrafa de la agencia Cuarto Oscuro, reportamos todas las incidencias, y cuando después de las 7 de la noche se conoció que había empezado el fraude cibernético para cambiar los números, también sentimos el coletazo de la indignación, porque aún siendo periodistas, no podíamos hacernos los indiferentes. En el fondo todos queríamos que empezara en ese momento lo que los analistas llaman la transición, que duraría mucho tiempo para que llegara.
Hacia las once de la noche, cuando se adelantó el triunfo de Salinas, con las compañeras y algunos de los líderes históricos de la COCEI, como el fallecido Daniel López Nelio, Leopoldo De Gyves, etcétera, nos sentamos a comentar nuestra indignación a un costado de la vieja oficina de la COCEI, casa del ingeniero Desiderio De Gyves. Se sentía la rabia por el despojo; rodaron algunas lágrimas y se hicieron promesas de que en el ámbito de cada quien – como estudiantes, periodistas, dirigentes, etcétera- íbamos a seguir promoviendo los cambios democráticos en México.
Luna Parra se volvió tiempo después, colaboradora del ingeniero y le entró de lleno a la política, al grado de que después de ser diputada federal por el PRD, ahora despacha como directora del zoológico de Chapultepec. De Ana Luisa supe que se convirtió en pareja de Pedro Valtierra, un gran fotógrafo mexicano.
Pero en el camino de regreso hacia Oaxaca el martes 8 de julio, 20 años hace exactamente, en el samurai azul que todavía conservo, platicamos de sueños, profesionales y personales que muchos de los que ya cubríamos desde entonces aconteceres electorales, hemos venido realizando cada quién en nuestro ámbito.
El país desde entonces, cambió a pesar del robo contra Cuauhtémoc, dejando enseñanzas para una generación que está activa y actuante todavía y que sigue luchando por otros medios, casi por las mismas causas. A ellos dedico estos recuerdos.
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