lunes, 29 de diciembre de 2008

Militares

Sociedad abierta

ERNESTO REYES
Ahora mismo en Monterrey, Nuevo León, con la liberación por un juez federal de cuatro presuntos narcos mediante una fianza de 10 mil pesos cada uno – lo cual no deja de ser una ganga- se está cristalizando lo que muchos mexicanos tememos que sea escandalosamente cierto: que en el Poder Judicial y en el Ministerio Público descansa gran parte de la impunidad que se vive en México.
Salvo que haya sido una tremenda equivocación la detención de una banda de 13 integrantes en San Pero Garza García, el pasado 20 de diciembre, encontrados con armas, droga, dinero y ropa de la AFI, el juzgador no tendría por qué ser tan benigno deslindándolos de los delitos graves e imputándoles solamente portación de armas sin licencia, considerado no grave y con derecho a fianza.
Algo de este hedor de corrupción y complicidad se percibe en otro caso que apenas el sábado dieron cuenta los medios de manera generalizada: la detención y arraigo del miembro del Cuerpo de Guardias Presidenciales, Arturo González Rodríguez, mayor del Ejército, por ser quien, según un testigo protegido de la PGR, filtraba información a dos cárteles, el de los hermanos Beltrán Leyva y el de Sinaloa, a cambio de 100 mil dólares mensuales.
Según la especie, el militar informaba a sus cómplices de los lugares donde estaría Felipe Calderón Hinojosa, con el fin de que los capos no estuviesen cerca, y además, vendía armas de la mismísima SEDENA a los narcotraficantes, amén de proporcionarles entrenamiento a través de una empresa privada.
La detención del guardia de la Presidencia se aceleró a raíz de la publicación de un reportaje, aparecido en la revista Proceso el domingo pasado, el cual señala además que la delación existía desde hacía más de un mes, sin que las autoridades de la PGR pusieran atención a las denuncias.
Ahora, gracias a dicho trabajo periodístico no les quedó de otra que exhibir, mediante la detención, que la presidencia de la República y en este caso el Estado Mayor Presidencial está infiltrada por la delincuencia organizada como sucede con la SIEDO y la misma PGR. Si se siguiera por esta ruta, seguramente se llegaría a la conclusión que hasta la Secretaria de la Defensa Nacional es presa de la actividad delincuencial interna como ya sucedió con el caso del general Jesús Gutiérrez Rebollo, ex jefe antidrogas del gobierno mexicano.
En descargo de las sospechas que recaen ahora en ciertos sectores de las fuerzas armadas, sin que esto por supuesto sea una acusación contra todos quienes laboran y arriesgan la vida diariamente en la institución, el reciente informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos destaca que en la lucha contra el flagelo de las drogas ejecutaron en el 2008 a 52 militares, 105 policías federales, 102 policías preventivos, 163 policías municipales y 151 policías ministeriales, así como a 75 servidores públicos de diversas dependencias de los tres órdenes de gobierno.
Es la cuota que han tenido que pagar en el universo de sangre que está costando, al menos en el año que está por terminar, sin contar con las del mes de diciembre, 5 mil 685 ejecuciones, de las cuales 186 personas sufrieron decapitación, cifra horrenda que hay que consignar porque habla del nivel a que ha llegado la guerra de los cárteles con el gobierno, y la de ellos entre sí.
De todo esto no podemos estar al margen, aunque para comentar dichas informaciones haya que hacerlo precisamente en fechas dedicadas al descanso. La delincuencia, no obstante, nunca duerme, pues en plena guerra, como ha sido la declaración del gobierno mexicano, todo es posible, desde el soborno descarado, como se aprecia en el caso de los detenidos en Nuevo León, hasta la traición a las instituciones nacionales como lo revela la detención del guardia de la Presidencia de la República.
Es menester mencionar que en octubre pasado, en Nuevo León 13 militares fueron degollados, igual que 8 militares descabezados en Guerrero, este mes, en una especie de venganza criminal por los golpes que la institución armada les ha propinado. Ninguno de ellos fue en combate lo cual revela una gran cobardía para sacrificarlos.
Nadie quisiera referirse a estos hechos pero así pinta la despedida del 2008.
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