martes, 22 de julio de 2008

Guelaguetza popular

Sociedad abierta
ERNESTO REYES
Con una ocupación del 75 % de los 5 mil cuartos de hotel existentes en esta capital, según cifras de los propios hoteleros, tuvo lugar en Oaxaca el Primer Lunes del Cerro con dos festivales de danza y música realizados paralelamente.
Una Guelaguetza, la oficial, organizada por el gobierno del estado a través de la Secretaría Estatal de Turismo; la otra, la popular magisterial, por la sección 22 del SNTE y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca.
Ambas concluyeron, sin incidentes que lamentar, pese a que unas 200 personas burlando un acuerdo interno de la APPO, trataron de acercarse sin éxito al auditorio Guelaguetza.
Los inconformes, quienes aclararon que buscaban seguir denunciando las tropelías del gobierno y la existencia de presos políticos en el estado, fueron contenidos por una impenetrable valla policiaca, con funciones disuasivas, según explicaron autoridades, pero que tenían órdenes de impedir a cualquier costo que algún miembro de la disidencia appista se colara en el festejo oficial.
Quienes asistieron el Auditorio del Cerro del fortin, pudieron observar el cordón de seguridad instalado con más de tres mil efectivos de diversas corporaciones, armados con toletes y escudos para proteger el recinto.
Prudentes, los manifestantes que en número eran muy menor al de los dos años anteriores, volvieron hacia el centro de la ciudad y algunos enfilaron hacia el deportivo del Tecnológico que para entonces estaba también abarrotado.
Con todo y el desprestigio que carga detrás suyo, Ulises Ruiz junto con el presidente municipal de Oaxaca de Juárez, José Antonio Hernández Fraguas, presidieron la celebración, al lado de una indígena que representa a la Diosa Centéotl, pero sin invitados especiales como en anteriores ocasiones en que algún funcionario federal hacía presencia.
Observando la ciudad de Oaxaca, que se yergue al pie del cerro, muchos de los que colmaron el auditorio, lejos estaban de imaginar que a unos dos kilómetros, a lo sumo, de manera ordenada y pacífica otro grupo de oaxaqueños, convocados por el magisterio y la APPO, se reunían por el mismo motivo, aunque con diferentes causas.


El saldo de ambas guelaguetzas, fue blanco, salvo atenciones a desmayados y una señora que resultó con quemaduras por un flamazo de gas en un puesto de comida.
Según los organizadores, a la Guelaguetza oficial asistieron alrededor de 20 mil personas, entre turistas nacionales y extranjeros, en tanto que en el deportivo del Instituto Tecnológico se reunió un número menor, pero no con poco entusiasmo. Diríamos que ahí se respiraba un ambiente de fraternidad y de menor tensión que en el cerro, fuertemente custodiado por la policía desde la víspera.
Ezequiel Rosales Carreño, dirigente del magisterio, confirmó que los 70 mil sindicalizados aportaron una cuota de 20 pesos para sufragar los gastos de la Guelaguetza Popular, sumando un millón 400 mil pesos, con lo que acaso les alcanzó para alquilar el graderío, las sillas, el sonido y poquísimos baños portátiles que resultaron insuficientes para el gentío.
En la Guelaguetza Popular, se presentaron delegaciones con bailes tradicionales de las 16 etnias, intercaladas con consignas alusivas al movimiento y de repudio al gobernador. Entre otros personajes, participó el presidente municipal de Huautla de Jiménez, Agustin Sosa Ortega , considerado el primer preso político del sexenio actual.
En el desarrollo del larguísimo programa, no estuvieron exentas las consignas clásicas de la APPO y el magisterio, que a mucha de la gente que acudía por curiosidad o que no está muy adentrada en esto de la política, le sonaba extraño, hueco y exagerado, tal vez.
Sin embargo, en su mayoría los asistentes sabían por supuesto a lo que iban, pero la a veces pausada lectura de las arengas, cortaba el ritmo del espectáculo.
Hubo pueblos que llevaron estampas novedosas como el de San Agustin Tlacotepec, en la Mixteca, que estrenaron – en este marco- la Danza de Moros y Cristianos; o los de San Esteban Atatlauca, de la misma región.
Cuando en el sonido local se manejaban términos como autenticidad, se metían en problemas porque si bien este esfuerzo busca volver a las raíces de costumbres antiquísimas en pueblos y comunidades, es un hecho que muchos de los bailes de la Guelaguetza son hechura de entusiastas promotores culturales quienes en algún momento de nuestra historia reciente- los expertos calculan el año de 1957- al ver que el destino de Oaxaca tenía que ver con la atracción turística, le dieron forma y sentido coreográfico a las delegaciones, ubicando a las siete representativas de las 16 etnias.
Como se privilegió a las cabeceras de distrito por región, se excluyó a muchos pueblos que pudieron verse ahora en la Guelaguetza alterna, aunque algunos como Santos Reyes Nopala ya han participado en la fiesta oficial.
Sin embargo, aún con las equivocaciones en los bailes, el pésimo sonido y lo extenuante que significaba soportar el sol del mediodía, la gente estuvo contenta y muy participativa. Hasta el movimiento de la ola se repetía con entusiasmo. Se observó mucho más respeto entre el equipo de seguridad del magisterio para vigilar el orden, y eso sí, la repartición de guelaguetza, es decir, productos típicos, fue no menos generosa y genuina.
La experiencia de asistir a la otra guelaguetza, como les anunciamos el sábado a nuestros lectores, deja un buen sabor de boca, porque aún con las fallas atribuibles a la poca experiencia en este tipo de eventos, el público que asistió no salió defraudado.
Mucha gente se preguntaba si va a haber otra Guelaguetza alterna el próximo año, pero algunos comentaban que con el mismo número de grupos asistentes ahora, podría organizarse el primero y el segundo lunes, para que el programa no fuera tan largo.
En el cielo del poniente de la ciudad, durante más de 6 horas, no cesaban los cohetones anunciando fiesta, reunión, alerta; de vez en cuando lo surcaban globos de papel alusivos a una fiesta que por tercera ocasión congregó a miles de personas que por este medio buscan un modo diferente de convivencia, de relación, de estar entre hermanos, sabiendo que sin “palco oficial” y sin rendirle pleitesía a una persona, todos son uno solo, sin distingos.
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