miércoles, 17 de septiembre de 2008

Gritos de dolor

Sociedad abierta

ERNESTO REYES
Regresar de la región mixteca en la madrugada, después de la ceremonia del Grito, y tras un recorrido lluvioso por accidentada supercarretera, no es cosa anecdótica; pero enterarse a nuestra llegada, por cuestiones profesionales, de que pocos minutos antes en la ciudad de Morelia, Michoacán se habían producido dos atentados sangrientos, a nadie le permite conciliar el sueño.
La idea de alcanzar aunque ya de bajada una “noche mexicana”, se derrumba abruptamente ante el impacto de saber que en aquella entidad, los morelianos estaban impactados por el dolor y la incertidumbre que generan acciones armadas que buscan indudablemente atemorizar a la población y a las autoridades, y por supuesto, generar terror.
Además de que conforme pasaban los minutos – por virtudes de la red- nos enterábamos de los pormenores de la tragedia de nuestros hermanos michoacanos, a ésa hora despertamos a algunos compañeros y autoridades para indagar si Oaxaca no había sido presa de una situación similar, producto de los rumores que en esos momentos se esparcían en algunos medios nacionales.
Para nuestra tranquilidad, Oaxaca no había sido presa del terror; sin embargo, a dos cuadras de palacio de gobierno de Morelia, Michoacán, y en la plaza Melchor Ocampo, manos y mentes asesina hicieron estallar dos granadas de fragmentación, matando a 8 personas y causando heridas a más de un centenar de quienes en ese momento convivían sanamente celebrando el Grito de Independencia.
Casi al mismo tiempo en que el gobernador perredista Leonel Godoy terminaba de encabezar la ceremonia oficial, el rostro de Morelia cambió, pero también el del país en ese momento, porque no sólo el hedor de la violencia se esparció por todos los rincones del país y sus instituciones, sino sobre todo en la conciencia colectiva, que es donde estos actos deleznables buscan anidarse con la intención de paralizar a la sociedad.
Si de por sí el golpe económico que está cimbrando las bolsas de valores de todo el mundo, más los problemas políticos domésticos podían haber influido para que Felipe Calderón mostrara en la ceremonia un rostro compungido; las noticias procedentes de Morelia sin duda acabaron con cualquier noche de festejo; en las esferas federales, al menos.
En Oaxaca había una calma chicha, porque la noche del 15, con un fuerte dispositivo de seguridad en el zócalo de Oaxaca de Juárez, Ulises Ruiz Ortiz, dio el Grito de Independencia, en el edificio del ex palacio de gobierno, donde ya no despacha desde el inicio de su administración. Miembros de diversas corporaciones acordonaron el centro de la ciudad, ocasionando molestias a las familias que tradicionalmente se reúnen para convivir en esta fecha histórica.
Lo anterior, debido a que a unos pasos de ahí, en la Alameda de León, un pequeño grupo de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, lanzaron consignas alusivas a este movimiento en una suerte de Grito alterno. Sin embargo, luego de 30 minutos de concentración, abandonaron el lugar sin mayores contratiempos.
Donde hubo algunos problemas fue en San Pablo Coatlán, en San Raymundo Jalpan y en la Villa de Etla, donde existen problema internos.
Salvo estos problemas, Oaxaca durmió en paz la noche del 15, cosa que permitió a funcionarios iniciar tarde el Desfile, casi al mediodía del martes, que acaso fue el más corto de que se tenga memoria. Hubo rechiflas de molestia cuando la comitiva oficial atropelló con sus “guaruras” a quienes en el zócalo ya habían apartado lugar. Pero esto, a ellos les tiene sin cuidado.
En la mente de muchos de quienes acudieron a mirar o acompañar a sus familiares al Desfile, estaba la tragedia de Michoacán de la que mucha gente que se amanece con las noticias de la radio o la televisión ya estaba enterada. La ausencia de periódicos matizaba la incertidumbre.
Tiene razón el arzobispo, don José Luis Chávez Botello: México es un país bañado en sangre, porque las fiestas patria se celebraron “en un país dividido y enfrentado, donde el crimen organizado por años se ha alimentado y fortalecido en la impunidad, la corrupción y en las injusticias.” Lamentablemente resultó profético, y también en el desesperado “Ya basta”, que pronunció en su homilía dominical. Ahora no son gritos de emancipación: son gritos de dolor.
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