miércoles, 5 de noviembre de 2008

La muerte y sus sorpresas

Sociedad abierta

ERNESTO REYES
El pasado uno de noviembre, acudí con mi familia al panteón de Loma Bonita, Oaxaca, donde están sepultados parte de los parientes por parte de mi padre: mi abuelita Agustina, mi tío Pancho, mi prima Micaela, mi tía Guadalupe y algunos de sus descendientes.
Pues resulta que estando ahí, limpiando las tumbas, poniendo veladoras y flores de cempasúchitl, se acercó una señora que se identificó como Agustina Pérez Reyes, de quien me acuerdo que de niña le decíamos Tinita.
Han de saber que tenía muchos años – desde que éramos pequeños- que no nos habíamos frecuentado, a raíz de que emigramos del caluroso Papaloapan hacia la capital del estado.
Pues en principio la intención de la plática era restablecer contacto con la familia, cuando de repente empezó a llover a cántaros, precisamente en el cementerio y zonas aledañas.
La gente que se afanaba en convivir con sus difuntos- aunque alrededor del panteón, se instalan carpas de comida, bebida y hasta música-,empezó a correr para guarecerse. Doblando una calzadita, estaba el descanso municipal. Con sus casi 80 años, para allá se fue veloz mi madre, doña María Martínez, a escamparse del agua. También detrás de ella se fue Tinita, con uno de sus hijos y una nieta morenita, muy risueña.
Ocupado en ir a depositar la basura en el lugar adecuado, me distraje de los visitantes, por lo que cuando alcancé a mamá, en medio del aguacero, resulta que la prima nunca la siguió hasta la entrada.
Intrigado, volví sobre mis pasos a buscar a la prima, pero ésta nunca regresó; la estuvimos esperando durante más de una hora, buscándola por fuera y por dentro del cementerio, pero nada. Como si se la hubiera tragado la tierra.
Todavía dejé en una de las tumbas una tarjeta con mis datos por si al otro día regresaban ella o alguno de los parientes.
Déjenme decirles que antes de desaparecer, Agustina me señaló una cruz de madera, nueva, debajo de la cual -junto con su madre y su padre-, reposan desde el 24 de septiembre del 2007 los restos de mi primo Isidro- hermano de ella- que era un poco mayor que yo.
Hace dos años, por el panteonero me enteré que en octubre del 2006 había fallecido el tío Francisco, quien era el que siempre cuidaba de sus muertos; ahora le fuimos a dejar recuerdos y constatamos que recién se habían pintado las cinco tumbas.
El encuentro con la muerte, me llegó a temprana edad. Fue cuando falleció la tía Guadalupe, precisamente por los días en que muriera “El señor de las sombras”, el cantante Javier Solís. Era el mes de abril de 1966. La nota trágica a nivel nacional era la muerte del popular artista, por lo que en las estaciones de radio de Tuxtepec, de Cosamaloapan, del puerto de Veracruz y de la Ciudad de México - que entonces se sintonizaban con mucha claridad - estuvieron difundiendo crónicas de su vida, de sus películas, - muy malas por cierto-, y llenando con sus interpretaciones todo el cuadrante.
Por eso ahora, cada vez que escucho “Sombras nada más” “Cuatro cirios” o algunas de las populares canciones de quien en realidad se llamaba Gabriel Siria Levario, siempre me llega el recuerdo de aquella vez en que vi de cerca la muerte y sentí el dolor profundo de perder a un ser querido.
En los últimos dos meses, he acudido al velorio de Rafael Matías Arrazola, bailador y jovial, siempre atento; al sepelio del hermano de Israel, esposo de mi hermana Paula; y apenas al de la profesora Angelita Velasco, a quien tanto se le agradecen sus atenciones, siempre con el reconocimiento por haber levantado a tan numerosa familia.
A nuestro paso por Chiltepec, de regreso a esta capital, todavía quedaban restos de la fiesta de muertos que ahí se acostumbra ofreciendo tamales y comida a los visitantes, entre música de marimba y altares de muertos. En las demás poblaciones de la Cuenca – entre otras cosas por la diáspora que provocaron los reacomodos de gente que vivía donde ahora están las presas- se están perdiendo estas tradiciones.
¿ Y qué pasó con la prima Tinita, dirán ustedes? Ni sus luces. ¿ No sería una venturosa aparición?
Contactos: Ernesto_reyes_647@hotmail.com
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