sábado, 30 de agosto de 2008

Al cabo de 30 años

Sociedad abierta
ERNESTO REYES
En las prisas lluviosas con que termina agosto, es difícil hacer un compendio del paso por el periodismo al cabo de 30 años. Acostumbrados al periodismo duro, como lo aprendí de hombres señeros como don Julio Scherer, casi no tenemos licencia para la nostalgia y menos para el elogio en boca propia, que como saben se transforma en vituperio.
Sin embargo, hagamos de cuenta que les cuento una historia personal para los pocos pero no menos importantes lectores que tiene este espacio que generosamente me prestan en Noticias, Voz e Imagen de Oaxaca desde el año 1992 en que el licenciado Ericel Gómez Nucamendi recuperó el control de la empresa.
En ése entonces, presionado por la prisa de mantener artículos de opinión, ya que la planta completa se había mudado a otro proyecto, me hice columnista, o comentarista mejor dicho como le advertí a Ismael San Martin cuando retomó la línea editorial que hasta la fecha persiste, para fortuna de todos los lectores y de la sociedad oaxaqueña.
El periodismo crítico lo aprendí en la revista Proceso de la que fui corresponsal a partir de 1982 y hasta pasado el proceso electoral de 1988. Luego pasé una venturosa etapa el frente de la oficina regional de Notimex, durante 5 años, donde hice grandes amistades, más que compañeros (as).
Sn embargo, buscando el periodismo en que uno sueña, me encaramé a proyectos como el de HORA CERO, en sus 100 números, que terminaron después en MERIDIANO 100, y luego en CANTERA, ya terminando la década de los noventa.
A mediados de la última década del siglo XX, conocí a Ricardo Rocha con quien trabajé desde el Sistema Radiópolis, en la Q 940, hasta el Grupo ACIR, pasando obviamente por la XEW. Hice periodismo radial como lo sigo haciendo ahora en HOY POR HOY, también de la W, para no desperdiciar la enorme información que se genera día con día en Oaxaca.
Autodidacta como muchos de mi generación, aprendí periodismo en cuanto curso, seminario o conferencia se me presentaba, ya sea en Oaxaca, en la ciudad de México o en el Extranjero.
Como cuando estuve tres meses en la Habana, sobreviviendo a las acaloradas noches cubanas, donde nuevamente hice entrañables amigos de países de centro , sudamérica y el Caribe.
Cómo olvidar las noches nostálgicas con Iván Canelas, que sería presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas tomando ron, sin coca cola, y leyendo en voz alta a Benedetti, a quien por cierto en Casa de las Américas tuve el gusto de saludarlo y decirle cuánto lo admirábamos, los de mi generación.
En sesión privada, asistimos al estreno de Yolanda con Pablo Milanés en vivo, en las viejas instalaciones del Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”.
En Cuba además de conocer al último sobreviviente del Trío Matamoros, logré que el poeta nacional, Nicolás Guillén, me firmara el Libro del Son.
Estaba fresco el asesinato de Manuel Buendía, quien como jurado me concedió un premio de periodismo, cuando llegaban personalidades a la Asociación de Periodistas donde tuve oportunidad de conocer a Juan de la Cabada, Renato Leduc, don Cirino Pérez Aguirre y tantos otros periodistas del extranjero, mexicanos y oaxaqueños. No puedo dejar de mencionar al “Valedor” Tomás Mojarro, quien sacó la cara por mí cuando me detuvieron soldados en Juchitán. Y por supuesto mis amigos Elías Chávez, Ignacio Ramírez, Luis Gutiérrez, José Reveles y Blanche Petrich, además de Óscar Hinojosa.
Traté en un larguísimo viaje a Zacatecas, en el tren, a Héctor García, gran fotógrafo mexicano.
Diez años después, en el año 94, me tocó encabezar a un grupo de periodistas de Notimex a varios países de Europa para conocer agencias de noticias, periódicos y revistas. Ése viaje, al cabo de 5 años de no tomar vacaciones, me permitió tener una perspectiva más amplia de lo que se piensa en estos países sobre México, como me había sucedido en Cuba, donde se tenía un mejor concepto del gobierno mexicano que ahora.
Después de una bella jornada en Florencia, declaré que ahora si me podía morir, después de haber estado en la iglesia de Santa Croce, donde están depositados los restos de Miguel Ángel, Maquiavelo, Leonardo da Vinci y los Médicis, lo cual hizo exclamar a alguien que toda la sabiduría del renacimiento estaba ahí guardada.
También conocí Madrid, Toledo y Córdoba, al igual que París, Roma, Hamburgo, Colonia y Bonn, la capital alemana, en el quinto aniversario de la caída del muro de Berlin.
Sin embargo, ha sido en las localidades oaxaqueñas donde mejor me he sentido, recorriendo con la vista el paisaje de problemas que tienen nuestros paisanos, con quienes cada vez que puedo a través de este espacio les pago algo de la deuda que tenemos con los pobres entre los pobres.
De muy pocas cosas me he arrepentido al escribir, ya sea en el reporteo diario o en la comodidad de la columna, donde ejerzo algunos privilegios informativos para darle el tratamiento a veces inmerecido que les doy, no por falta de ganas, sino de espacio. Esto me ha permitido mantener contacto permanente con personalidades de la sociedad civil a quienes les estoy también agradecido por la calidad de su trato y de acompañamiento de diversas causas en pos de la democracia y el mejoramiento del país y del estado.
En el año 1978, antes que se acabara agosto, publiqué mi primera nota de ocho columnas en el desaparecido diario Panorama oaxaqueño a donde había llegado por invitación de Silvio Aguilar. Llegué por aficción y por necesidad, porque pensaba, como lo sigo sosteniendo, que a través de esta actividad se puede hacer algo por la gente.
Lo poco o mucho que he aprendido, lo he dejado en diversas páginas de cuanto diario o revista me ha permitido participar; también en los salones de clase donde he intentado transmitir experiencias más que conocimientos, porque en periodismo soy empírico. No obstante, estudié la licenciatura en Ciencia Política en la entrañable UAM Iztapalapa, porque creo que el periodismo se puede aprender a través de cursos, pero es indispensable contar con una carrera universitaria.
Esto y muchas cosas más me ha dado el periodismo, del cual no me arrepiento todavía, al cabo de 30 años.
Alguna vez me preguntaron que por qué siendo tan mal pagado este oficio todavía seguía aquí, y les contesté que al cabo del tiempo aprendí, conociendo a grandes de la pluma, pero sobre todo de la ética y del oficio, que no importa vivir de manera modesta, si uno vive con las ideas que uno defiende. No todos lo pueden hacer.
Apenas, revisando mis archivos, caí en la cuenta de que han pasado 30 años desde que sentí la novedosa experiencia de hacer periodismo y no quise que terminara agosto sin que se los contara a ustedes. Vale.
contactos : Ernesto_reyes_ 647@hotmail.com
sociedadabiertareyes.blogspot.com/

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